Debido a su funcionamiento, son las calderas más eficientes que existen actualmente en el mercado, ya que consiguen un rendimiento muy cercano al 100%. Esto se debe a que estas calderas, como ya hemos comentado, son capaces de recuperar el calor latente y aprovecharlo.
Al conseguir un rendimiento muy elevado, se ahorra hasta un 30% en el consumo de energía en comparación con otros tipos de calderas que no utilizan el mismo sistema. El resultado: un ahorro extra en las facturas del gas.
Cabe destacar que, el adquirir una caldera de condensación, en comparación con una caldera tradicional, se amortiza en 3 años, gracias al ahorro en la factura de gas.
Al aprovechar su propio calor latente no emite tanta cantidad de gases contaminantes. Las emisiones de óxido de nitrógeno y dióxido de carbono se pueden reducir hasta un 70%. Por lo que la inversión en este tipo de calderas ayuda a reducir las emisiones de gases que provocan el conocido cambio climático o el efecto invernadero.
Este tipo de calderas se adaptan a cualquier demanda, puesto que la potencia mínima es baja y funcionan sin paradas. Las calderas tradicionales, en cambio, necesitan que la temperatura del agua y de los humos sea más elevada que la temperatura de los gases que emite. Por ello, con las calderas de condensación se obtiene un gran ahorro.
Este tipo de caldera funciona sin pararse, por lo que se evita el sonido de encendido y apagado y, además, el ventilador es modulante, se adapta a la cantidad de combustible que se quema.